sábado, 11 de junio de 2011

La Comunidad del Anillo.

Publicad0 en: Diario Progresista, 05/06/2011

En mi adolescencia y una década antes de que fuera un libro famoso y reconocido, tuve la suerte de que me regalaran El Señor de los Anillos de Tolkien, un formidable manual de cooperación. A los que no la han leído, les cuento. A los que sí, dejen que les recuerde.

La historia se desarrolla en un territorio imaginario poblado por muy dispares criaturas, en donde surge una fuerza maligna que amenaza con someter a todos sus habitantes de manera inminente. Los protagonistas inician un largo periplo recabando apoyos hasta constituir una comunidad en la que todos terminan participando. Los que son hábiles con el arco, los que horadan la piedra, los guerreros, los poetas, los magos, los jinetes, la gente común y afable, las águilas, los árboles, y al final hasta los fantasmas de los muertos, todos van tomando conciencia del peligro común e incorporándose a la causa. Para ello retoman antiguas alianzas, olvidan las ofensas que en otros tiempos les enfrentaron, superan sus ambiciones particulares y acaban peleando codo con codo, valorando por encima de cualquier diferencia la capacidad de contribución de los demás. Esa es toda la historia, una historia de construcción desde la “sociedad civil”. El que piense que leyó una novela de fantasía se merece retomar este grueso volumen y disfrutarlo desde un mejor entendimiento.

En nuestros tiempos la sociedad también está amenazada por una fuerza que pretende su control desde las posiciones más reaccionarias. Las oligarquías económicas y financieras, principales causantes de esta crisis, representadas en los partidos conservadores y con el apoyo de los sectores más radicales de la Iglesia y el control de numerosos medios de comunicación, han compuesto un formidable ejército de opinión que pretende el control político para la defensa de sus intereses de clase. Las organizaciones que articulan la sociedad plural y libre, partidos de izquierda, sindicatos, prensa independiente, ecologistas, organizaciones laicas y laicistas, movimientos de género y diversidad y otros de muy variada índole se defienden hasta el momento del ataque en sus respectivas parcelas con escaso éxito. Los movimientos de ciudadanos descontentos con el sistema que en estos últimos tiempos han surgido en nuestras plazas compatibilizan una lista de objetivos tradicionales de justicia social con un fuerte componente de cuestionamiento y recriminación a los actores tradicionalmente comprometidos en la construcción social.

La receta del libro es clara, la mayoría necesaria para el cambio no requiere un liderazgo ni una dirección que imponga una actuación coordinada, pero sí son imprescindibles los apoyos mutuos y la acumulación de esfuerzos con la mirada centrada en la realidad del enemigo común. Actitud constructiva, comunicación, perseverancia, decisión, visión de conjunto, respeto y reconocimiento entre los compañeros de viaje han de ser los principales ingredientes de una historia que tenemos que ser capaces de escribir para no acabar algún día, todos, unidos bajo la Sombra de Mordor.